Cuando te faltan fuerzas o ganas.

Esta mañana lloraba pensando en la vuelta a casa: los ovarios me estallaban, dolor de espalda, agotamiento físico… y tres horas y pico de coche por delante cuando lo único que me pedía el cuerpo era hacer un máster intensivo en “Tardes de sofá y aburrimiento entretenido”.

Mi mente ya estaba tumbada en el sofá y echándose una siesta después de comer, pero mi cuerpo miraba el volante como quien ve una cuesta infinita que subir: cero ganas de arrancar.

Un par de horas más tarde, a mitad de camino, comentaba a mis bichos:
“¿Sabéis? Esta mañana lloraba porque no me veía capaz de conducir hasta casa. Y ahora, aquí estoy… conduciendo, cada vez más cerca de llegar y resulta que no está siendo tan duro ni tan tremendo como imaginaba”.

¿Qué había pasado? Nada mágico. Simplemente, después de mi lloraíta, me puse en modo piloto automático. El cuerpo sabía lo que tenía que hacer, la mente también, y de repente lo imposible ha dejado de ser un muro y se ha convertido en un “ya está hecho”.

Y es que muchas veces la clave está ahí: darle al botón de “modo automático” cuando la pereza o la falta de ganas te gritan “ni lo intentes”. Porque si lo piensas demasiado, te saboteas; pero si te dejas llevar, avanzas.

Eso sí, tan importante como activarlo, es saber desactivarlo. Por eso esta tarde, al llegar a casa, sí que me puse en “modo desconexión absoluta”: mi bichito haciendo cookies, manta eléctrica, un Zaldiar haciendo su magia contra el dolor mientras terminaba de leer otro libro, mensajes bonitos preguntándome cómo había sido la vuelta… y yo disfrutando cada minuto como si fuera un premio a esa batalla silenciosa que gané contra mi propia cabeza.

Y para colmo, justo cuando estoy terminando de teclear estas palabras, mi Bicho me ha sorprendido con uno de mis planes favoritos del mundo: ¡un mixto para cenar! ¿Quién necesita medallas cuando el mejor premio del mundo son tus hijas esperándote con pan de molde, jamón y queso en forma de mixto y cookies recién hechas?

Moraleja: a veces el truco para llegar lejos no es la motivación épica, sino dejarse llevar por la rutina, confiar en que puedes… y después celebrarlo con esos pequeños placeres que saben a gloria.

Y así es cómo el piloto automático hoy me ha llevado lejos…y un mixto y una cookie me han devuelto la vida.

Mañana más y mejor.

«A partir de septiembre»… ¿Te suena?

Un año más, los stories de Instagram hoy se han llenado de nuevos propósitos dándole la bienvenida a septiembre. Y cada vez son más los mensajes que me encuentro diciendo que “el verdadero año comienza ahora y no en enero”. También han sido varias las ocasiones en las que, durante el verano, he escuchado aquello de “a partir de septiembre….”

Pero dime: ¿cuántas veces has empezado la misma cosa en septiembre o en enero? La dieta, el gimnasio, las clases de inglés…¿Por qué nos cuesta tanto integrar en nuestro estilo de vida aquello que sabemos que nos hace bien?

Para mi sería un desgaste mental tremendo tener que poner a cero los marcadores cada septiembre para volver a arrancar con el mismo propósito año tras año.

No quiero ser ejemplo de nadie, pero sí quiero invitarte a reflexionar sobre tus objetivos de septiembre antes de lanzarte a la piscina con todo. Por muy a tope que tengas el marcador de la motivación hoy, intenta ser lo más realista posible, porque ya te digo yo que en unas semanas bajará. No es que yo sea adivina, más bien te hablo desde la experiencia de haber fracasado unas cuantas veces en el intento.

Yo también tuve mis septiembres de “objetivos SMART”. Muy específicos, medibles, alcanzables, relevantes y temporales… pero poco inteligentes a la hora de elegirlos. Durante años, algunos en mi lista se repetían:

  • Hacer el pino, que de niña me salía perfecto y me encantaba hacerlo hasta que un día en EGB mi cabeza aterrizó contra una tubería y adía de hoy sigo sin ser capaz de volverme a lanzar.
  • Hacer dominadas sin ayuda: sueño con poder subir la barbilla por encima de la barra sin parecer un chorizo colgado puesto a curar.

Tras varios intentos, frustraciones y plazos incumplidos, entendí lo que no estaba viendo: mientras no lograba “mi objetivo final”, sí estaba ganando fuerza, constancia y mejor forma física. Solo que no lo valoraba.

Pero el día que asumí que no estaba siendo realista, que no estaba disfrutando del proceso y que mis objetivos no eran alcanzables en los tiempos que yo me había marcado, la cosa cambió. El objetivo en mi lista pasó a ser disfrutar del proceso y valorar los pequeños avances en busca de esos objetivos.

Y aunque hoy me sigo bloqueando cada vez que me pongo frente a la pared para intentar hacer el pino, estoy más cerca de mis dominadas y lo más importante, mucho más fuerte y en mejor forma que muchos años atrás.

Hoy mis objetivos ya casi nunca empiezan en septiembre o enero. Prefiero pensar en pequeños pasos sostenibles durante todo el año, mantener una mentalidad de mejora continua, disfrutar del proceso y valorar cada avance, por mínimo que parezca. Y esa mentalidad es la que me ayuda a superar rápido cada momento de flaqueza, porque los momentos de querer tirar la toalla siempre llegan.

Trabaja tu mentalidad de mejora continua, trabaja tu fuerza de voluntad cada día y así verás que no necesitarás que lleguen septiembre y enero para arrancar con todo.

Porque lo importante no es empezar cada septiembre o enero, sino no tener que volver a empezar siempre desde cero.