Por el no me apetece, las lloraítas y el «mañana más»


Me he pasado el día con la lágrima asomando por el rabillo del ojo, controlándola para que no terminase de asomar porque no encontraba el momento de sentarme a hartarme de llorar: una reunión, dos reuniones, tres reuniones, cuatro reuniones…lo escribo y me entra sueño mientras lo leo, como si estuviese contando ovejitas antes de echarme a dormir; video-consulta con el médico, ruta de farmacias, cena, ducha, volver a abrir el ordenador. Y justo ahora, a las 22:24 horas, cuando se supone que puedo desconectar del mundo y desahogarme, ya no me quedan fuerzas para llorar.

Pero aprovechando que tengo el ordenador, como cuando decimos que el Pisuerga pasa por Valladolid, sí que puedo agarrar una página en blanco para cagarme en todo lo que se menea y escribir unas palabritas, algo que siempre me sienta bien y me sosiega.

Nos acostumbramos a vivir al límite: llegando a las gasolineras con los depósitos a 0 o -10, utilizando las verduras pochas de la nevera para hacer un rico puré y apañar una cena (o dos) o poniéndonos hidratante en el cuerpo sólo cuando la piel se nos cae a trozos, porque total, en invierno todo se tapa.

No se tu, pero yo estiro el día más que un chicle Boomer.

Nos acostumbramos a cargar a nuestras espaldas con nuestra agenda y la que nos imponen los demás: el jefe, los colegas, los niños, las actividades extraescolares (las suyas y las nuestras), lo médicos, cumpleaños, compras, y un largo etceeeeeeeeeeeeeteraaaaaaaaaa.

Pero que nos acostumbremos a vivir así, no quiere decir que sea lo ideal y mucho menos que tengamos que hacerlo siempre.

A veces, hay que decir no, o simplemente a veces hay que decir basta. Soy muy fan del “Natalia, no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Pero me gustaría aprender a dejar para mañana lo que no me apetezca hacer hoy. Porque igual hoy no era necesario recorrerse 3 farmacias, o igual alguna de las reuniones se podría haber retrasado hasta mañana o pasado, o igual podría haberme obligado a irme antes de la oficina…Igual si hubiera hecho alguna de esas renuncias ahora sí que me podría haber echado la lloraíta que he contraído durante todo el día y para la que ya no me quedan ni ganas.

El caso es que acababa de abrir el ordenador para terminar un informe y me he dicho que no, que mañana más, o como diría nuestra querida Phoebe en el capítulo piloto de Friends, “me encantaría hacerlo, pero no me apetece”.

Por los no me apetece, las lloraítas y los “mañana más”

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