Esta mañana lloraba pensando en la vuelta a casa: los ovarios me estallaban, dolor de espalda, agotamiento físico… y tres horas y pico de coche por delante cuando lo único que me pedía el cuerpo era hacer un máster intensivo en “Tardes de sofá y aburrimiento entretenido”.
Mi mente ya estaba tumbada en el sofá y echándose una siesta después de comer, pero mi cuerpo miraba el volante como quien ve una cuesta infinita que subir: cero ganas de arrancar.
Un par de horas más tarde, a mitad de camino, comentaba a mis bichos:
“¿Sabéis? Esta mañana lloraba porque no me veía capaz de conducir hasta casa. Y ahora, aquí estoy… conduciendo, cada vez más cerca de llegar y resulta que no está siendo tan duro ni tan tremendo como imaginaba”.
¿Qué había pasado? Nada mágico. Simplemente, después de mi lloraíta, me puse en modo piloto automático. El cuerpo sabía lo que tenía que hacer, la mente también, y de repente lo imposible ha dejado de ser un muro y se ha convertido en un “ya está hecho”.
Y es que muchas veces la clave está ahí: darle al botón de “modo automático” cuando la pereza o la falta de ganas te gritan “ni lo intentes”. Porque si lo piensas demasiado, te saboteas; pero si te dejas llevar, avanzas.
Eso sí, tan importante como activarlo, es saber desactivarlo. Por eso esta tarde, al llegar a casa, sí que me puse en “modo desconexión absoluta”: mi bichito haciendo cookies, manta eléctrica, un Zaldiar haciendo su magia contra el dolor mientras terminaba de leer otro libro, mensajes bonitos preguntándome cómo había sido la vuelta… y yo disfrutando cada minuto como si fuera un premio a esa batalla silenciosa que gané contra mi propia cabeza.
Y para colmo, justo cuando estoy terminando de teclear estas palabras, mi Bicho me ha sorprendido con uno de mis planes favoritos del mundo: ¡un mixto para cenar! ¿Quién necesita medallas cuando el mejor premio del mundo son tus hijas esperándote con pan de molde, jamón y queso en forma de mixto y cookies recién hechas?
Moraleja: a veces el truco para llegar lejos no es la motivación épica, sino dejarse llevar por la rutina, confiar en que puedes… y después celebrarlo con esos pequeños placeres que saben a gloria.
Y así es cómo el piloto automático hoy me ha llevado lejos…y un mixto y una cookie me han devuelto la vida.
Mañana más y mejor.










