Artur Mas también roba energía

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Dicen que para recibir hay que dar, o también se dice que uno recoge lo que cosecha.

Hoy estaba yo reflexionando un rato sobre mi semana y la energía con la que la voy a encarar. Es frecuente vernos hablar de energía en su sentido más físico: la factura de la luz, que no baja ni aunque vivamos a oscuras; la batería del móvil, que si se muere nosotros morimos con ella…Pero creo que le prestamos poca atención a las cosas que nos dan y quitan energía a lo largo del día y mucho menos a cómo nosotros se la damos y quitamos a los demás.

Hace unos meses estuve en un taller de trabajo – son como los talleres de coches, pero en los de trabajo a menudo nos dan herramientas para poder arreglar nuestros desperfectos personales – en el que hicimos una profunda reflexión sobre qué nos da y qué nos quita la energía.

Una frase que decimos mucho en el argot de RRHH, es que duchado y motivado se viene desde casa”. Y eso es así de simple. Mucha gente cree que su motivación depende de las acciones de los demás: el jefe, la pareja, nuestras amistades, los compañeros de trabajo…Pero, desafortunadamente para ellos, los únicos responsables de sentirnos motivados somos nosotros mismos.

Si hablamos de energía, podríamos decir que cada uno de nosotros es el único encargado, todas las mañanas, de salir de casa con el chute necesario para afrontar el día.

Vamos a dar por hecho que es así y que mañana, conscientemente, cuando salgamos de casa lo vamos a hacer con el depósito de gasolina lleno. Pero claro, procura que la batería esté a tope de verdad, porque ya verás cómo, según va pasando el día, te vas encontrando con sorpresitas que chupan más gasolina de la que llevas puesta y, sin darte cuenta te verás cantando aquel hit del verano de “dame más gasoliiiiina”…Y si no, mira: sales de casa y le das al botón del ascensor, que tarda más de la cuenta en llegar; con la prisa que tienes, al ver que éste no llega, terminas por coger la opción de la escalera, que con tacones, cartera y probablemente niños agarrados a tus pantalones, ya te empieza a provocar una leve mala leche con la que no contabas al abrir el ojo. ¡Y eso que el día sólo acaba de empezar!

Una mancha sobre la ropa cuando ya creías estar listo para salir; ir a comprar pan y tener que esperar diez minutos a que se termine de cocer; una mala respuesta por parte de tu jefe o un compañero; que tu amiga con la que has ido de compras de veinte vueltas para elegir algo y terminar sin una bolsa en la mano; un pinchazo al coger el coche; que te cancelen otra reunión; que la llamada o el mensaje que esperas nunca lleguen; personas quejándose de todo a tu alrededor; una reunión justo a última hora de la tarde;…

Al final del día, muchas veces sólo alcanzas a decir: “por fin se acabó, me voy a tirar un rato en el sofá, que con el día que he tenido, sólo estoy pensando en disfrutar viendo mi serie” – claro, que lo que no sabes aún, es que tu serie favorita la han cambiado de día sin tu saberlo, así que terminas acostándote la frustración de que para una cosa buena que iba a tener el día, van y te la quitan…

Lo que no te sueles plantear al final del día es qué has hecho tú por mantener el depósito de los demás lleno. Es decir, que igual que los demás han ido chupando nuestra energía como sanguijuelas, seguramente tú hayas ido haciendo lo mismo con ellos. Porque sí, todos damos y quitamos energía a los demás. Tú también eres un ladrón de energía.

Todos andamos por la vida robando energía cuando nos quejamos, protestamos, no complacemos, exigimos, no informamos, no cuidamos, no hacemos reír o usamos nuestra sonrisita sarcástica para dar la nota, tal y como se aventuró a hacer el Sr. Mas la semana pasada en la copa del rey al son de nuestro himno nacional – cosa que a mi particularmente no me quita energía, pero sí me toca las narices.

Esta semana me gustaría plantearte que intentases ser más consciente de qué tal eres tú como fuente de energía. ¿Eres de los que se preocupa porque el día de los demás esté lleno de energía positiva o más bien eres de los que, seguramente sin darse cuenta, va quitándole la energía al resto?

Si quieres incluso ir más lejos, prueba a compartir tu reflexión con alguien de confianza. Siéntate con esa persona y deja que te diga – como se suele decir, desde el cariño y sin acritud – cómo percibe ella o él la manera en la que tú le quitas la energía a los demás.

Se trata de que asumas que tú también eres un ladrón de energía y aunque sólo sea por eso de que cada uno recoge lo que cosecha, da energía positiva y recibirás energía positiva de los demás.

Si quieres actuar y no sabes por dónde empezar tu plan de acción, te hago una propuesta: prueba a no quejarte tanto. Mi mayor ladrón de energía es el que se pasa la vida quejándose porque sí. Prueba por empezar sin quejarte en voz alta – si te quejas por dentro y solo te enteras tú, a mí me vale –durante un día. Sólo con eso estarás haciendo un gran favor a los depósitos de energía de los que te rodean.

Y si no quieres hacer nada al respecto, perfecto, pero asume que los demás huirán de ti y de tu energía negativa, porque cualquiera se puede comer una almendra amarga, pero un paquete entero, no lo quiere nadie.

¡Y ahora, un poquito de musiquita para ayudarte a mantener el depósito a full!

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