Hoy me he vuelto a sentir “súpermegamalamadre”.
Ya estamos en Year3 en el cole – no es por hacerme la pija, es que realmente no sé a qué curso de primaria (o quizás es infantil) corresponde el Year3 al que va mi Bicho, y mira que me lo dijo Eva cuando fui a apuntarla a catequesis el otro día.
Year3 y poco a poco las matemáticas van cogiendo su nivel. Sí, puede que te suene triste, pero teniendo en cuenta mi habilidad para cálculo, lo de los niños de siete años para mí ya es nivel. Si yo – que soy de las que se valen de las manos para sumar y restar – soy negada para los números, que tenga que empezar ahora a utilizar la lógica para adaptarme a los métodos que le enseñan a mi Bicho en el cole, ya me parece la repera. Y con estas hemos empezado el curso, desempolvando las “guías para padres poco avispados” que afortunadamente nos ha preparado el colegio para que seamos capaces de aprender a sumar, restar, multiplicar y dividir con ellos. Siendo positiva, en la recta final para llegar a mis 40, ¡este puede ser un buen reto!
El caso es que el domingo perdí la paciencia con mi Bicho…Eso sí, tengo que decir a mi favor que estaba en esos días del mes en los que perder la paciencia es cosa fácil para mí. Aun así sé que no tengo excusa para la bronca que le eché a la pobre mía, porque no era capaz de explicarme el método que utilizaba para restar…Y ahí estábamos los tres, padre, madre y “el Espíritu Santo de mi Bicho”, que a veces creo que tiene el cielo ganado conmigo: que si tú no pones la raya, que si el de al lado le presta un número al otro, que si no disgregas las cifras entre centenas, decenas y unidades…Y nada, que la niña no era capaz de decirnos cómo lo hacía en el cole – y claro, cómo lo iba a hacer si para ella el razonamiento que hace ya es tan lógico que no necesita ni explicación. Y ahí estaba yo, vociferando a lo Mélody – manos arriba y manos abajo – lo mal que íbamos.
Toda digna, el lunes pedí tutoría con la profesora, quien muy amablemente me ha recibido esta mañana para decirme que la niña es un encanto, que va bien en matemáticas y que de hecho está en el grupo de los avanzados…¡¡¡De los avanzados y yo regañándola en casa hace tres días!!! De repente me he sentido llena de “orgullo y…remordimiento,”. Orgullosa de oír lo buena que es mi Bicho y con el remordimiento de haberle echado una bronca monumental que la pobre no se merecía…En fin, gajes del oficio. Agradecida quedo a la profesora por sus palabras, a mi hija por su sonrisa y a mi marido por no haberme echado la mirada de “te pasaste veinte pueblos…y lo sabes”.
El caso es que no es la primera vez que “la cago” – siento la expresión, pero no encuentro término más apropiado para la ocasión – ni será la última.
Hay quien piensa que me creo perfecta, cuando yo sé que estoy llena de defectos, imperfecciones y limitaciones. Pero si hay alguien a quien no le importa eso es a mis Bichos…”No importa mami”, “eres la mejor madre del mundo”, “de mayor quiero ser como tú”, “no sé si yo sabría vivir sin ti”, “qué buena eres y qué guapa estás hoy”…Estas y otras muchas expresiones, de las que no me creo merecedora en ocasiones, son las flores que mi Bicho de siete añitos no se cansa de echarme. Lo sé, llegará un día, en unos años en los que seré un estorbo para ella y no me pasará ni una, pero también sé que cuando se le pase ese “pavazo” volverá a perdonármelo todo…
No importa que hayamos tenido que salir a comprar leche en pijama alguna noche; ni que me haya olvidado de ella un día cuando a las 16:30, saliendo de una reunión, recibí una llamada del colegio para recordarme que mi hija seguía allí esperándome; no importa que confundiese el día de Halloween y la vistiese un día antes de “Catwoman”; no importa que le haya echado unas broncas inmerecidas; no importa que ayer no me apeteciese bailar con ella y que yo fuera sólo la espectadora de su show…Haga lo que haga, ahí está ella resaltando siempre lo bueno que tengo. ¡Si es que no me la merezco!
Seguro que si eres madre, padre o las dos cosas a la vez, te sientes bastante identificado con todo esto…O eso espero, porque mal de muchos, consuelo de tontos.
Hace unos años bautizaron el Club de las #Malasmadres en defensa a esa madre defectuosa que muere de amor por sus hijos y que no renuncia a seguir manteniendo su propio espacio. Yo creo que el auge y la gran divulgación que ha tenido dicho club obedecen, entre otras cosas, a que todas, de una u otra manera, nos sentimos identificadas con los defectos de las demás. Somos madres, pero también somos personas con vida propia y seres humanos que se equivocan con sus maridos, sus amistades, sus compañeros de trabajo y cómo no, con sus hijos.
Y además, te diré que no importa cuántas veces nos equivoquemos en nuestro papel de madres o padres, porque si nos equivocamos, eso también significa que al menos lo estamos intentando y sólo por eso, porque estamos haciendo todo lo posible por estar presentes en sus vidas, nuestros #buenoshijos siempre nos estarán agradecidos…o al menos hasta que llegue la edad del pavo.
Así que equivócate las veces que haga falta, aprende de tus errores y no sólo crecerás tú como persona, sino que además estarás ayudando a crecer a tus hijos.
Hoy le he pedido perdón a mi Bicho y ella me ha dicho: “no te preocupes mami, no pasa nada”…Así sin más, sin rencor ni enfado, sólo con una sonrisa y un abrazo que me han emocionado y me han hecho sentir, una vez más, que la faceta de madre es la que más me enriquece, la que más me pone los pies en la tierra y a la que más miedo al fracaso tengo…
Después hemos bailado juntas mientras Bichito “aporreaba” el piano, y con mi beso de buenas noches, mi Bicho me ha regalado otro “eres la mejor madre del mundo” mientras mi Bichito me susurraba un «eres la mejor madre y te voy a comprar muchas chuches».
Igual no lo estamos haciendo tan mal…Mira este anuncio de Coca Cola.