Esta semana, después de siete años, me he hecho un tratamiento de belleza…Pero no, no ese tratamiento que te estás imaginando, en el que te meten en una cabina con velas y música suave de fondo. Se trata de algo mucho más básico y carente de glamour alguno.
Total, que me ha tocado despiojarme señores…¡Argggg! Es que es oír la palabra piojo y me entran picores hasta en las uñas de los pies…El pasado fin de semana no me quedó otra que hacerle el tratamiento a Mis Bichos porque había visto que una de ellas se rascaba la cabeza y ante mi pregunta «¿te pica la cabeza, cariño?» obtuve la gran tan temida respuesta de “sí, mami, me pica por aquí…y por aquí también”. Así que, aprovechando las horas de sol para intentar captar cualquier tipo de liendre y/u/o piojo, me pasé unas cuantas horas, liendrera en mano, bizqueando sobre las cabezas de Mis Bichos.
No sé si por mis indicios de presbicia o por mi negación absoluta a la posibilidad de convivir con piojos en casa, pero lo cierto es que no vi ninguno…Aun así, dos días después, recordando el tema mientras intentaba conciliar el sueño, decidí aplicarme el “tratamiento de belleza” a mi misma, para acabar con cualquier posibilidad de estar invadida…
Manda narices, un porrón de años sin hacerme ningún tipo de tratamiento y cuando decido retomar el tema, empiezo por despiojarme. ¿Por qué sanidad no mete una vacuna en el calendario de nuestros enanos que sea anti piojos? ¿No le ponen una antiparásitos a los perros?…igual algo similar sería suficiente, porque pase que Mis Bichos tengan varicela, gastroenteritis, diarreas, vómitos…¿¡¿¡¿¡¿pero piojos?!?!?!?
En fin, dejemos de hablar de piojos porque llevo 211 palabras rascándome la cabeza y es probable que tú también.
Llega la Navidad amigos, y yo que llevo con el árbol puesto desde hace tres semanas ya he empezado a hacer balance del año antes de plantearme el que viene…Año intenso este, pero ¿cuál no lo es?…Nos hemos metido en un modo de vida taaaaaan frenético que ahora no hay año en el que uno llegue agotado a tomarse las uvas. Pero si hay algo que me guste de todos los fines de año, es la Navidad…Hay que ver el buen rollo que me dan a mí un arbolito y unas lucecitas cálidas alrededor de la casa. Cierto es, que como cada año llego más cansada, cada vez pongo más luces. Creo que la proporción correcta es, a más luces, mejor estado de ánimo, así que mi casa bien podría parecerse una verbena – no, un “puti», no – tanto, que ya quisiera la Feria de Abril tener un “alumbrao” como el mío. Aún me queda mucho por aprender de nuestros amigos los americanos, pero ahí voy, pasito a pasito.
Llega la Navidad y los “Grinches” empiezan a reivindicar su espacio, con que si ya estamos con las obligaciones de las comidas, que si qué rollo sacar del trastero la caja del árbol, que si que hartón de villancicos…Y digo yo: ¡Vive y deja vivir, querido Grinch!, que yo respeto que no te gusten estas celebraciones, pero tampoco hay porqué estar tirándolas abajo durante todas las vacaciones.
Aunque aún estamos pendientes del estreno del anuncio con el que Freixenet le felicitará las fiestas este año a Artur Mas, ya hemos descubierto el tierno anuncio de la Lotería Nacional de este año y ayer tuve la ocasión de ver el anuncio experimental de Suchard.
En el anuncio se dedican a preguntarles a padres y a hijos, por separado, cómo ven y viven la Navidad. Los primeros, con los que no me identifico para nada, son los “Grinches” del anuncio, y los segundos, te puedes imaginar…Mientras unos hablan de agobios, obligaciones, estrés y mal rollo, los otros hablan luces, unión familiar, magia, tiempo de convivir…
Es fácil que te imagines cómo acaba el anuncio, pero aun así, te invito a verlo. Recuerda que tú también fuiste niño, así que lo más probable es que durante mucho tiempo se te iluminase la cara como se le ilumina a un niño cuando habla de la Navidad.
Al final cada uno decide cómo quiere vivir su vida, y eso también incluye cómo quiere vivir la Navidad. Yo, de momento, decido seguir viviéndola como una niña, y decido seguir emocionándome cuando Mis Bichos me preguntan, mientras se rascan sus cabezas – ya no por las liendres, sino por cómo tanto producto antipiojo les va secando el cuero cabelludo – en qué libro les apuntaron los pajes de los Reyes Magos anoche cuando vinieron a preguntar qué tal se habían portado durante el día. Decido seguir pensando con ilusión en mi carta a los Reyes Magos. Decido seguir apuntándome a todas las comidas – y ya con la ayuda de Dios, el ejercicio y algún tratamiento de belleza de los de velas y música relajante que pienso retomar, perderemos los kilos de más el año que viene. Decido disfrutar encendiendo el “alumbrao” de mi casa cada noche y disfrutar haciendo galletas con forma de abeto, corazones, estrellitas y renos…porque así es mi Navidad. Y no te estoy preguntando qué tal te parece, así que ahórrate tus sermones antinavideños porque no me interesan, querido Grinch.