¿Por qué será que nunca creo tener derecho a estar de baja? No, no me estoy refiriendo a las bajas por enfermedad y no, tampoco he vuelto a ser madre. Hablo de las bajas que deberíamos tener de vez en cuando para respirar y resetearnos sin que ni el remordimiento ni los malos pensamientos de los demás nos torturen…
Llevo alrededor de quince días maldurmiendo. Sé que no es ninguna novedad y que para mí eso más bien debería ser minucia, sobre todo después de haber superado con matrícula de honor el master en Nocturnidad Infantil – una nueva titulación que añado a mi Cv después de haber tenido dos Bichos incapaces de dormir la noche del tirón hasta estar bien creciditas.
El caso es que ahora que Bichito está más cerca de los cuatro años que de los tres, cada vez son más largos los intervalos de sueño que hago cada noche, pero desde hace unos quince días…¡que horror! Cuando no son llantos, son vómitos, o si no, ronquidos, fiebres, más llantos…Total, que después de la racha de trabajo que lleva una, el deporte, las salidas, cocinar, escribir y un largo etcétera, una está más que para vacaciones de Navidad, para meterse en una burbuja de oxígeno y no salir de ella hasta después de Nochevieja (por cierto, ese podría ser un buen regalo de Reyes).
Y para colmo, aún tengo que aguantar que me digan que con todo lo que llevo por delante está claro que alguna de mis facetas de la vida tengo que tener desatendida…¡Manda narices!
Pero lo cierto es que sí, existe una faceta que yo, como muchas de las mujeres que conozco tengo – cada vez menos, eso sí – algo desatendida, y es la de cuidarme a mi misma. ¿Por qué será que las mujeres tendemos a interponer las necesidades de cualquier otro a las nuestras? ¿y más allá de eso, por qué cuando decidimos, dentro de todas nuestras obligaciones diarias, incluir nuestros “caprichos” tenemos que estar aguantando la jocosidad del “qué bien te lo montas, eh”?
Pues sí señores, después de pasar mucho tiempo montándomelo bastante mal, desde hace cosa de un par de años procuro montármelo lo mejor que puedo.
Aceptamos que tengamos que pasar noches en vela dando medicinas o aguantando rabietas y ronquidos; aceptamos trabajar al 100% en casa , en la oficina o en los dos sitios; aceptamos tener que estar pendientes de las compras, las cenas, los deberes de los niños y todo lo que nos pongan por delante. Pero por favor, acepten ustedes sin jocosidades ni rintintines que algunas noches durmamos con tapones – que por muy incómodos que resulten, siempre son mejores que cualquier ruido del entorno; acepten que nos demos algún masaje o nos hagamos un tratamiento de belleza para sentirnos mejor; acepten que queramos quedar con nuestras amistades a solas, sin tener que apuntarlo en el calendario para recordárnoslo cada mes; acepten que un día no nos apetezca hacer cena; pero sobre todo, acepten que de vez en cuando, sólo de vez en cuando, queramos cogernos la “baja por maternidad” para poder curarnos de un gripazo sin tener que estar atendiendo a los que nos rodean, o mejor aún, para regalarnos un» día Loreal», lleno de «porque yo lo valgo» y estar a nuestro aire…
Y no se preocupen ustedes, que el día que estemos de “baja por maternidad”, no necesitaremos que nos llamen cada quince minutos para preguntarnos qué tal estamos, ni sabremos cuánto faltará para volver a casa. También nos dará igual lo que coman los niños ese día, y mucho menos nos importará lo conjuntados que salgan a la calle.
Hoy estoy agotada, no tanto física como mentalmente. Empiezan mis vacaciones y tengo en casa un importante cuadro vírico que me rodea desde hace quince días, el cual me ha estado dando tregua, pero eso sí, hasta que mañana empiece a descansar cuando llegue al regazo de mis padres (y ganaría cualquier apuesta a que esto es así, porque sieeeeeempre, pero siemmmmmpre, me tengo que poner mala en vacaciones. Pero también sé que durante estos días, también disfrutaré de lo más parecido a una “baja por maternidad”.
Tengo diecinueve días por delante para hacer lo que me dé la gana, para saborear el final del año acompañada de los míos.
Y no, no será una baja por maternidad, porque aunque a veces piense que eso es lo que me gustaría, sé que lo que realmente necesito de vez en cuando es sentirme buena madre, buena mujer, buena hija, buena hermana y buena compañera…Así que durante las próximas semanas me dedicaré a ello.
Tampoco quería acabar el año sin dar las gracias a cada una de las casi 3.000 visitas que ha recibido mi blog desde que “me dio la gana” crearlo hace 8 meses. De acuerdo que cualquier bloguera de las top se reiría de mis 3.000 visitas, que para ellas se traducen en los «me gusta» que recibe cada una de sus entradas, pero para mi ya es más de lo que esperaba cuando empecé esta travesía.
Una cosa más, ahora que llega el momento estrella del año para pensar en los propósitos de año nuevo, hazte el favor de montártelo lo mejor posible a partir del año que viene, si es que no lo haces ya. Y dicho esto, tu y yo seguiremos encontrándonos por aquí mientras nos siga dando la gana a los dos.
Hoy creo que no podía encontrar mejor manera de despedirme que con esta canción.
Y ahora sí, hasta el año que viene, amigos.