Ni facebook, ni e-mail, ni messenger, ni whatsapp, ni “na de na”…Donde esté una buena conversación – si es con caña y cascaruja, mejor aún– que se quiten todos los mensajes escritos del mundo.
Todos hemos tenido y tenemos conversaciones pendientes, y las llamamos pendientes por no ponerle como nombre su adjetivo calificativo real, en cuyo caso estaríamos hablando de conversaciones incómodas, molestas o jodidas…Es justo por eso, por evitarnos a nosotros mismos el pasar un mal rato, que somos capaces de posponerlas días, semanas, meses, años e incluso dejarlas pendientes para toda la vida.
Muchas veces, incluso somos capaces de convencernos de que evitar esa conversación es lo mejor.
El caso es que hoy, manteniendo una de esas conversaciones –en este caso sin caña, porque me he autoprescrito dejarla, durante al menos cuarenta y ocho horas, para comprobar si después del pasado fin de semana, mi grado de dependencia todavía es controlable o no – le he dado un par de vueltas al tema, para llegar a la conclusión de que creo que dedicamos poco tiempo a trabajar este aspecto, tan importante, en nuestras relaciones personales y profesionales…Aunque a más de uno seguro que le llevo ventaja, porque siendo consciente de ello, desde hace tiempo empecé a trabajármelo, de modo que ahora, en cuanto mi subconsciente empieza con el runrún de que tengo que mantener una de estas conversaciones, me pongo manos a la obra y la planifico para quitármela de en medio cuanto antes.
Al principio cuesta, pero según las vas afrontando, te va resultando más sencillo. Para mí es como cuando vas a hacerte una analítica, incómoda porque no te gusta que te pinchen, pero una vez lo has pasado compruebas que no ha sido para tanto y además lo celebras con un desayuno especial…Llega tu turno y te sientas con una sonrisilla nerviosa mientras desnudas tu brazo. A la vez vas sintiendo cómo las mariposas del estómago, que te engatusaron un día cuando te enamoraste, revuelan para recordarte que en su momento también estarían llenas de amor, pero sobre todo eran nervios. Y entonces, mientras buscas algún cartel que leer sobre la pared para no mirar el brazo, vas notando cómo la aguja hace desaparecer las mariposas al sentir el pinchazo que te va quitando esa sangre que luego repones con un buen desayuno y…¡listo el pisto! Eso si todo ha ido bien, porque hay veces que tienes que pasar de un brazo a otro y sentir cómo la aguja va buscando la sangre mientras te hace removerte incómodamente por la presión que vas notando…
Cuando mantienes una conversación pendiente, las mariposas cumplen la misma función, aparecen de repente y no exactamente por amor. Entonces, te sientas junto a esa persona – en mi caso, y según con quién hable, intentando eliminar la sonrisa nerviosilla que les pongo a todos los ATS que me pinchan – y de repente empiezas a hablar, yendo al grano y del tirón. Y así, de manera calmada, porque ha sido una conversación meditada y preparada, consigues cerrar la puerta a un tema que sabías tenías pendiente.
Todo esto te lo cuento, obviamente, bajo mi punto de vista, y es probable que la comparativa que yo he hecho con la analítica no te encaje del todo, pero si hay algo de lo que estoy convencida, es de que después de mis conversaciones pendientes y las tuyas, los dos nos quedamos con la satisfacción de haberlas tenido y la convicción de que han valido la pena…Incluso nos habremos quedado con la intención de que cuando se vuelva a dar el caso, no dejaremos que pase tanto tiempo antes de hablar.
Así que ¡ahí va el reto! Deja de esconderte detrás del teclado del móvil, la Tablet o el ordenador y empieza a afrontar esas conversiones cara a cara, con caña o sin caña, pero con la madurez de que donde esté una buena conversación, que se quite todo lo demás. Para comprobarlo, espero aceptes el reto de tener esta semana una de esas conversaciones, y no te pido que lo hagas por mí, sino por ti y por esa otra persona. Estoy segura de que merecerá la pena.
Según estaba escribiendo este post, me venía a la mente una conferencia Ted-X que tuve la suerte de ver hace algo más de un año. En ella, Alvaro González-Alorda (quien con este tema me sirvió en su día de gran inspiración) explica mucho mejor que yo esto de lo que te estoy hablando. Me encantaría que hoy aproveches esa media hora que sé podrás sacar, si te lo propones durante el día, para verla…El video dura apenas veinte minutos, y los otros diez, te propongo que los dediques a meditar sobre ello, a preparar tu próxima conversación pendiente y sobre todo, como aconseja Alvaro en su conferencia, con la intención de convertirla en una conversación inspiradora.
Y si resulta que esa conversación, con quien la tienes pendiente es conmigo, sólo por haber hecho el esfuerzo de mantenerla, te lo pondré más que fácil. Ya te digo yo que habrá merecido la pena.