El cajón desastre

IMG_0648Martes por la mañana, 31 de marzo, 24 grados: así arranca mi agenda personal de hoy.

– felicitar a Eva otra vez,

– comprar fundas para colchones,

– intentar ir al gym y si no correr con la fresca,

– guardar ropa en maletas y seguir tirando trastos…

Mañana toca mudanza…la séptima desde que dejé Madrid. Y siempre digo lo mismo: ¿cómo se puede acumular taaaaaaaanto????? Eso sí, qué relax en esta ocasión, la primera vez que delego casi todo. Cinco minutos le bastaron a la empresa de mudanzas para tomar datos y pasarme un presupuesto. Que digo yo, que ya era consciente de que mi casa era pequeña, pero ¿tanto como para pasarle revista en solo cinco minutos?…Y eso que un par de ellos los dedicamos a saludarnos, despedirnos y al “jiji-jaja” de turno, para intentar caer en gracia y así confiar en que me iban a pasar el mejor de los presupuestos.

          – Nada, no tienes que hacer absolutamente nada. El miércoles venimos y nos encargamos nosotros de todo – me dijo Carlos.

          – ¿Pero nada de nada?, ¿no me das instrucciones para que te vaya preparando algo?

          – No, nosotros nos encargamos de todo.

Creo que no me han dicho piropo más bonito que ese en años: “nosotros nos encargamos de todo”. Sólo les faltó ofrecerme servicio de limpieza de cutis, manicura y pedicura gratuito, con la única condición de dejarles trabajar tranquilamente.

Pero en realidad hay algo de lo que realmente los “dioses de las mudanzas” no se pueden encargar: el cajón desastre. Tenemos cajones desastre por todas partes, en casa, en el trabajo, en la casa de nuestros padres, en la guantera del coche…Total, que yo ayer, aprovechando que mi santo hermano se había llevado a sus sobrinas a la playa, y tras asistir a mi religiosa clase de Interval y poderme meter en la cama media hora para evitar un ataque de migraña, me dispuse a reencontrarme con mis cajones desastre, porque en mi casa, los tengo por todas partes…vamos, que tú dame un cajón vacío y verás en qué poco tiempo soy capaz de devolvértelo al son de Karina, entonándote el “buscando en el baúl de los recuerdos, u u uuuu”.

Me quedé sin bolsas de basura: dibujos de mis niñas – hechos por sus profesoras cuando aún no sabían ni coger un lápiz- recetas de cocina que nunca he cocinado y asumí que en caso de necesidad absoluta las volvería a encontrar en internet, correo postal sin abrir – por cierto, que descubrí que en enero debía haber pasado la ITV y acabo de volverlo a recordar, ¡OMG!

La verdad es que los cajones desastre son lo mejor de lo mejor. Vale que me harté a llorar viendo la película de mi boda después de casi ocho años, pero no sabes la cantidad de sorpresas que me llevé también reviviendo tantos recuerdos y encontrando tantas cosas que tenía tan perdidas. Encontré mi tarjeta de la seguridad social y el libro de familia, mi pulsera de Tiffany, dinero para pagar la comida de hoy…

Por eso, en la casa nueva seguiré teniendo cajones desastre, pero intentaré cumplir con el propósito de abrirlos no sólo para meter cosas, sino también para pasar un buen rato cotilleando entre mis recuerdos, llevándome alguna alegría que otra y, por supuesto, para hacer limpieza sacando lo innecesario de mi vida.

Voy a seguir, que todavía tengo la esperanza de encontrar esta tarde mi DNI…

No sin mi bolso

¿Cuántas veces has dicho eso de “está en mi bolso, cógelo…pero no te asustes con lo que puedas encontrar ahí dentro”?

Creo que si se hiciera un estudio de lo que las mujeres, y cada vez más hombres, llevamos en el bolso, los 16 tipos de personalidades que definió Myers-Briggs se ampliarían considerablemente.

Llevo 2 semanas queriendo poner orden en el bolso y no sólo no lo consigo, sino que voy acumulando más y más. De momento y hasta que encuentre hueco, he decidido ir alternándomelo de brazo en brazo, para poder ir distribuyendo el peso a partes iguales, evitar luxaciones de hombros y “bolas” en la parte de las cervicales, que empiezan a parecerse a una chepa más que a una inflamación pasajera.

El tema es que soy desorganizada a la par que resolutiva…¡muy resolutiva! Y claro, ¿cómo renunciar a tener a mano las tantas cosas que en un momento dado nos pueden salvar de un percance?…En un principio llevaba el tema del contenido de mi bolso bastante en secreto, pero cuando descubrí en “Groupon” que ofertaban un organizador de bolsos, respiré y me dije: vaya, parece que esto no va a ser sólo cosa tuya, Natalia…Viendo mi bolso, es obvio que el organizador no me lo compré.

El caso es que entiendo que la juez Alaya haya decidido llevar un trolley, esa mujer sí que debe solucionar papeletas…Ríete tú de Mary Poppins. Yo no sé ellas, pero yo hoy, con mi bolso a mano, soy capaz de: quitar manchas con las toallitas de bebe y el stick de Ariel, sacar astillitas con mis pinzas de depilar, quitarte las molestias del día con ibuprofeno o paracetamol, darte una chuche en caso de que tengas una bajada de tensión, desinfectar heridas con mi desinfectante de manos, darte un toque de color en caso de que tengas que arreglarte para una cita imprevista, salvarte de una urgencia femenina…Tengo horquillas, coleteros, bolígrafos, papel, chupetes, varios pares de gafas de sol y las de ver…Vamos, ¡que tengo de tó chiquilla!!!bolso

Eso sí, no me pidas un clínex. No me preguntes por qué, pero si hay algo que siempre me falta son los clínex…Un tema que tendré que gestionar.

El bolso es capaz de sacar lo mejor y lo peor de uno mismo. Te provoca sonrisas cuando eres capaz de sacar a alguien de un apuro con el menaje que llevas dentro, pero también es capaz de provocarte ansiedad, sudores y hasta cabreos cuando tienes que buscar las llaves o el móvil…

En fin, la próxima vez que cojas mi bolso y veas que pesa un quintal, no hará falta que me vuelvas a preguntar qué llevo ahí dentro, porque como chica precavida y preparada para la vida moderna, tengo de todo. Con mi bolso, que dicho sea de paso, imagino que algo de efecto hará a la hora de fortalecer mis brazos – no hay mal que por bien no venga –puedo tararear aquello que cantaba el futbolista Reina en el anuncio de “me siento seguraaaaaa…”

«ENTRE EL GYM Y EL ÑAM»: vacaciones, ¡OMG!

Los siete males me entraron el domingo cuando mi amiga Eva me recordó que este jueves, a las dos de la tarde, empiezan las vacaciones de Semana Santa en el colegio ¡Y nada menos que hasta el jueves 9 de abril!

¿Pero esto qué es? ¿En qué momento se decidió transformar la Semana Santa en casi una Quincena Demoníaca? El caso es que ahora que hemos superado las Navidades, la cuesta de enero y hemos encajado los bolillos de manera que nuestros hijos puedan conciliar colegio con actividades extraescolares – porque más que nuestras vidas, conciliamos las suyas– resulta que mi castillo de naipes se me vuelve a caer a cachos otra vez…Oh my God (OMG)!!!

Cuando en enero fui capaz de montarme una especie de rutina, la poca forma que había empezado a coger mi músculo del salero – dicen que tras él se esconde un tal tríceps –se había quedado por el camino entre turrones, viajes y alfajores. Y ahora, que de nuevo empiezo a palpar músculo cuando aprieto mucho el brazo resulta que le dan vacaciones a mis hijas.

Señor Wert, ¿no me podría hacer usted el favor de organizar el cole de las niñas para que se hagan cargo de ellas y no trastocar la poca conciliación que he podido hacer entre mi trabajo y mis labores? Todo sea por no tener que volver a pasar por el vía crucis de agujetas al que me tengo que someter cada vez que estos incidentes interrumpen mis ejercitaciones.

Manda narices, que cuando una empieza a sobreponerse a los michelines del turrón, tenga que empalmar con los de las torrijas…Ahora que tengo comprados mis guantes para la clase de Interval, veremos a ver cuándo me voy a volver a ver capaz de levantar las ruedas de camión que Ismael nos ha metido en el gimnasio. ¿Qué voy a hacer yo sin mis cien sentadillas y cien abdominales de calentamiento? ¿Otra vez tendré que soportar a mi vuelta que me llamen chichipán?image1

Nos pasamos el día, las semanas y los meses comprometiéndonos con nuestros monitores de gimnasio y con tantas vacaciones no hacéis más que obligarnos a darles plantón una y otra vez. Menos mal que somos tan inteligentes, que les pagamos por este sufrimiento, para que no sean ellos los que nos cierren la puerta al paraíso cada vez que decidimos volver a intentar sentirnos estupendos.

En fin, mañana es jueves y las niñas salen del cole dos horas antes de lo habitual. Están locas de contentas porque tienen vacaciones y yo temblando por ver cómo lo haré para poder seguir moviendo mis carnes mientras me doy el gusto de hincharme a torrijas, cerveza y a saber qué más…Total, cuando vuelva al gimnasio, me portaré bien de verdad…Esta vez sí que sí; me lo voy a tomar “súpermegaenserio”, que se me echa el verano encima y tengo que conseguir entrar en ese pantalón que guardo en la bolsa de “la ropa de cuando estaba súper delgada”…Le dijo la sartén al cazo.

Sin etiquetas

IMG_4839La semana pasada me llamaron mentirosa. Y no sólo no me lo dijeron a la cara, sino que además descubrí que lo habían predicado a mis espaldas de lo lindo.

Lo gracioso es que el acusador había tenido malas fuentes y él solito se dio cuenta de que estaba equivocado. No obstante, me voy a reservar mi opinión al respecto porque no quiero empezar a etiquetar.

Sinceramente, el hecho en sí no me afectó, pero sí me hizo pensar, una vez más, en la facilidad que tenemos para juzgar y etiquetar a los demás. Parece que sólo somos capaces de mirarnos en el espejo para explotarnos granos, maquillarnos o quitarnos los «paluegos» de los dientes ¿Pero quién narices nos creemos que somos cuando hablamos de los demás? Ya lo dijo Jesús en el monte de los Olivos – Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Anoche le estaba dando vueltas a la configuración del blog y babeando por las cientos de visitas que ha tenido en su primera semana de funcionamiento (GRACIAS). Cuando llegué a la sección de categorías, donde tenía que nombrar las secciones en las que luego archivar las diferentes entradas que vaya haciendo, volví a pensar en el tema de las etiquetas.

Nos pasamos el día etiquetando: la hortera, la mentirosa, el cochino, el vago, la chula, el listillo, el repelente, etc. ¿Y nosotros, cómo somos? ¿Cuánto tiempo nos dedicamos a pensar en nuestras etiquetas? ¿Cuánto tiempo dedicamos a borrarlas? Creo que poco, la verdad…Solemos ser más de agarrarnos a eso de “matas un perro y te llaman mata perros”.

Lo cierto es que cada uno tiene su cabecita y su visión de las cosas, y precisamente las percepciones que nos hacemos de los demás son las que nos llevan a etiquetar. Quizá sobre la percepción que tú tengas de mi puedo hacer poco, pero sobre lo que sí puedo actuar es sobre lo que yo veo cuando me miro en el espejo.

Creo que vale la pena pasar más rato delante del espejo, pero para sacar lo mejor de nosotros mismos, nuestras mejores versiones. La próxima vez que te estés mirando en el espejo, buscando granos, músculos inexistentes o ensayando sonrisas, intenta descubrir algún defecto en tu interior que te gustaría cambiar y haz algo al respecto.

Seguro que si nos dedicamos un poco más a eso, entre todos iremos borrando etiquetas, ¡al menos las negativas!

La semana pasada, de lunes a jueves, recaudé tres euros con mis quejas. Esta semana, seguiré haciendo recolecta, pero no por las quejas que haga, sino por las etiquetas que ponga. Me atrevo a decir que no soy una persona muy quejica, pero etiquetar, creo que sí etiqueto bastante más. ¡Veremos! De momento, las categorías de mi blog se quedan en blanco, sin etiquetas.

¡Ah! Y hazte un favor. La próxima vez que vayas a juzgar a alguien, mírate al espejo, y sólo si te crees libre de imperfecciones, defectos y etiquetas para hacerlo, hazlo. Si no es el caso, cosa de la que estoy segura, quizás valga la pena que hables directamente del tema con la persona en cuestión en vez de ir etiquetándola de cara a los demás.

¿Por qué no…?

IMG_3289Esta semana voy a empezar cada día con esta pregunta: ¿por qué no?

A ti te invito a que, desde ahora, te plantees el día y la semana de otra manera, desde que te levantes hasta que te acuestes. Vamos a tirar la rutina por la ventana, y vamos a llenar el día de “por qué noes”.

A menudo nos quejamos de la falta de tiempo o de lo cansados que estamos de hacer todos los días lo mismo…Sería muy utópico decirte que intentes hacer algo nuevo cada día. Son muchas las obligaciones que acaparan nuestras agendas, físicas y virtuales: levantarte dos horas antes de ir al colegio para que te dé tiempo a ordenar, preparar desayunos, almuerzos y, con mucha suerte, poder sacar tiempo para sentarte a ojear una revista en el trono antes de salir de casa hasta a saber qué hora – que el apretón fuera de casa no le gusta a nadie. Luego, despacha a tus criaturas dirección al colegio, trabaja, come, trabaja, sal a por los niños y márcate la gincana de actividades extraescolares y compras urgentes – porque esta mañana has agotado el último cartón de leche y no te ha quedado otra que empezar a tirar de servilletas de papel para limpiarte el culo. Después, intenta llegar a casa con tiempo para duchas, cenas y cuentos antes de poderte calzar las zapatillas para sumarte al carro de la vida sana, o en mi caso, al de quemar todas las calorías acumuladas durante el fin de semana antes de que vuelva a ser viernes. Y al día siguiente, ¡vueeeeeeelta a empezar!

¿Y si hacemos algo de manera diferente? ¿Por qué no desayunar esos huevos revueltos que tanto te gusta tomar cuando desayunas de buffet?, ¿por qué no trabajas con música, o pruebas a sentarte en una mesa diferente a comer?; o si no ¿has probado a dedicar cinco minutos para agradecer a alguien las cosas que hace por ti?, ¿por qué no saltarte un día la extraescolar e invitar a tu peque a merendar por ahí?, ¿por qué no aprovechas, mientras el peque está en inglés, futbol, o ballet para ponerte las zapas hacer algo de ejercicio? – total, mientras siga habiendo servilletas de papel en casa…; ¿por qué no te das después el capricho de no cocinar y que los niños se hagan su propia cena o simplemente terminar haciendo huevos pasados por agua, de los que mi madre me hacía con tanta delicadeza de pequeña y ahora yo soy capaz de cocinar en 0,40 segundos a potencia máxima en el microondas?, ¿por qué no saltarte el cuento y saltarte el deporte y ponerte esa mascarilla que lleva 15 días comprada sin estrenar mientras te relajas tirada en tu cama con música de spa de fondo?…¿por qué no empezamos por dejar de quejarnos hoy e intentamos disfrutar el día al máximo?

Es lunes, día oficialmente instaurado en los calendarios para empezar dietas y retomar gimnasios. Pero puede ser el lunes de muchas cosas más.

Me despido, deseando que seas capaz de convertir tu semana ordinaria en extraordinaria y arranco el día de hoy con el propósito de acumular un euro por cada queja que manifieste, ¡a ver cómo me va!

¿Hablamos de putas y machotes?

bigDespués del atracón de noticias, manifestaciones y manuscritos celebrando el Día Internacional de la Mujer, me sigo planteando la misma cuestión que me planteaba a mis veintitantos. ¿Por qué si un tío se lía con varias es un machote y si lo hace una tía, es una puta? Póngase por delante que hablo desde mi más profundo respeto a las mujeres que, bien por necesidad, bien por gusto, han decidido dedicarse a esta profesión, tan valiosa, respetable y necesaria como cualquier otra.

Llevamos varios días escuchando y viendo publicaciones en las que se le preguntaba a la gente sobre cuestiones de igualdad y derechos de la mujer. Y digo yo, ¿por qué una mujer no tiene derecho a liarse con quien le dé la gana sin que tenga que llevar colgando el San Benito de putón verbenero? Hasta donde mis neuronas alcanzan – que para alguno llegarán menos lejos que las de cualquier hombre – mientras una no cobre por acostarse con otro no es puta, ¿no?

El tema es, efectivamente, que seguimos viviendo en una sociedad donde sí, se elogia a ambos sexos, pero por cosas diferentes.

¿Pero sabéis qué, «machotes»? Que a mí, como a otras muchas féminas, me da igual. Nunca podré decir que estoy por encima del bien y del mal, pero siempre diré que estoy por encima de cualquier machista que se crea con derecho a etiquetar, humillar u ofender a una mujer.

Lo cierto, es que cada vez esas opiniones nos afectan menos. Lo cierto es, que precisamente gracias a que os creíais superiores, nos hemos espabilado para demostrarnos a nosotras mismas, y no a vosotros, que somos igual de competentes. Lo cierto es, que gracias a mujeres que en su día dijeron ¿y por qué no yo? las demás podemos llegar, con su ejemplo, a donde queramos.

Así que aquí dejo estas palabras, dedicadas a todas ellas que me vienen ahora a la cabeza: Kathrine Switzes, primera mujer en correr una maratón; Valentina Tereshkova, primera mujer que fue al espacio; Sirimavo Bandaranaike, primera mujer en alcanzar el cargo de primer ministro de un país; Clara Campoamor, principal impulsora del sufragio femenino en España; y por supuesto Mi Madre, la Primera Gran Dama de mi vida.

No, no soy feminista, pero hoy sí me siento orgullosa de que las mujeres, con sus benditas y malditas hormonas, sean capaces de llegar a todo lo que se propongan.

Mamá y papá tienen un smartphone.

padres molones1.947, en plena Guerra Fría, el Fondo Monetario Internacional inicia sus operaciones financieras, el piloto americano Chuck Yeager, rompe por primera vez la barrera del sonido y nacen, entre otros, la cámara Polarid, David Bowie, Constantino Romero y mis padres, luchadores, optimistas y siempre, siempre, modernos.

Son muchas las cosas que admiro de ambos, qué te voy a contar….pero una de ellas es su mentalidad abierta, su resiliencia y su capacidad para adaptarse al cambio. Muchos somos los que hemos asistido a algún curso de los que versan sobre estas “habilidades sociales”, incluso a menudo veo la participación en estos talleres como parte de los curriculums que llegan a mis manos.

Pero ahí están ellos, mis padres, que sin carrera, ni idiomas, ni cursos que los avalen, han seguido siempre la evolución del tiempo, empujando siempre a sus hijos para que nunca se queden atrás, ¡ahí queda eso!

15 de diciembre de 2013: te has unido al grupo “mamma mia” y tras un rato de conversación grupal ahí estaba ella, La Mamma, diciéndole a mi hermano que no dijera tacos…Resulta que mamá tenía whatsapp, y un añico después papá me mandaba “un saludo, qué tal están mis nietas” a través del mismo foro…Soy incapaz de encontrar adjetivo negativo alguno contra la tecnología en este momento.

Muchas veces se abren debates sobre el uso de las nuevas tecnologías, las incursiones en las redes sociales y las influencias de ambos en nuestros jóvenes…Al final, casi siempre se trata de encontrar el equilibrio, pero bajo ningún concepto yo podré decir que las tecnologías y redes sociales son malas.

Viviendo a 450 y casi 11.000 km de distancia, mis hijas pueden mantener contacto diario con sus abuelos, puedo compartir fotos y videos instantáneamente con mi cuñada a 17.490 km; doy con información útil para mi trabajo, nuevas ideas, contactos profesionales y otros tantos personales de antaño…¿Cómo puede haber gente que aún piense que todo eso son pamplinas? ¿cómo pueden pensar que todo esto en vez de unir desune?

A todos ellos sólo una sugerencia, que lo intenten. Que no decidan una vez más quedarse estancados bajo esas excusas para no esforzarse un poco por conocer hasta dónde pueden llegar. Mis padres lo hicieron, mis suegros también, y aún hoy me encuentro con gente que conoce Facebook para publicar barbaridades o chorradas, les suena twitter pero no le ven utilidad y Linkedin saben que existen pero no saben ni para qué…

No es cuestión de que la empresa te apunte a un taller de formación en habilidades sociales, es cuestión de que te pique o no la curiosidad, de que quieras evolucionar con el tiempo o no, de que te pique la seta o seas un setón.